“Lo más fascinante de una partida no ocurre en el tablero”

Ruben Felgaer, actual Campeon Argentino, dice que las jugadas de estética más brillante se juegan en una especie de tablero virtual que se genera entre las dos mentes rivales; movimientos que se piensan pero no tienen correlato físico.

A continuacion les mostramos el articulo publicado el 24/09/2011 en el diario Clarin:

Un ajedrecista piensa en el movimiento de sus piezas, pero también -y tal vez fundamentalmente- en el movimiento de las piezas del rival. De ser cierto este simple razonamiento ya hace trepar el número de jugadores de una partida a cuatro, porque el rival hace lo propio. O sea, piensan dos por cuatro. También resulta aceptado que uno juega contra sí mismo, y si al rival le pasa lógicamente lo mismo, ya tenemos otros cuatro jugadores.

Por ahí dicen que el ajedrez es casi un caos por la multiplicidad de posibilidades que lo habitan, aunque debe haber un conteo, inhumano hasta ahora, para todas esas combinaciones, no de jugadores sino de posiciones.

No tengo registro de que Franz Kafka haya escrito la frase que sigue meditando sobre el juego pero “encontrar un camino allí donde no hay ninguna salida” me pareció una metáfora aceptable para dimensionar ese número mágico que vira hacia el infinito o hacia el cero. También se me ocurrieron algunas preguntas absurdas sobre el más racional de los juegos. Del otro lado del hipotético tablero, la voz telefónica y trasandina -porque ahora está viviendo en Chile- de uno de los mejores ajedrecistas argentinos, con un Elo -instrumento para medir el ranking internacional- de 2569, y recién llegado a Santiago desde la ciudad siberiana de Jantimacij donde disputó la Copa del Mundo. Rubén Felgaer supo a los doce años que se dedicaría a los trebejos y no se arrepiente ni un poquito de esa decisión casi infantil, aunque -aclara- reconoce que es un profesión extravagante.
Se habla mucho de la diagonal de los alfiles, del paso de los caballos, pero ¿qué queda por decir del tablero?


Tiene una dimensión armoniosa. El juego perdería gran parte de su estética quitando o agregando alguna fila de casillas. De alguna manera, el tamaño del tablero se adecúa muy bien a la cantidad y potencial de las piezas.


¿En el desarrollo del juego entran valores como la justicia, la solidaridad pero también el sadismo, con la captura de la reina, la matanza de peones, el sacrificio de piezas?


Se dice que es un juego de caballeros porque la partida se termina con el jaque mate, pero el acto de jaque mate nunca se termina. Hay cierta benevolencia: nunca se acaba de comer al rey contrario. Y al no intervenir el azar, el ajedrez es bastante justo. Por decirlo de algún modo, no hay excusas.

¿Cómo influye el estado de ánimo en una partida?

Para rendir bien competitivamente algunos necesitan aferrarse a un espíritu guerrero. Hasta prefieren que el rival les caiga antipático. Otros lo encaran por el lado artístico, creativo.

¿Duda mucho cuando juega?

Por supuesto. A veces la gente piensa que es un juego lento y aburrido, pero resulta extremadamente rápido. Hasta se hacen dos jugadas en el plazo de un segundo. Pero hay que tener convicción, aunque uno no sepa las consecuencias exactas de sus movimientos.

¿Cuándo advierte que, irremediablemente, se equivocó?

Muchas veces, cuando no bien suelto la pieza. Es un momento desagradable. Otras veces, las posiciones son tan complejas que uno puede cometer un error y no saberlo hasta el final de la partida, ni en el análisis posterior. En mi carrera debo haber cometido errores de los cuales nunca seré consciente.

¿Sonríe internamente cuando ve que está por dar un jaque mate?

Hay mucho respeto por el perdedor. Uno sabe por experiencia personal que se pone muchas energías en esto. En realidad, creo que se dramatiza demasiado la derrota del rival o la propia.

¿Alguna descarga física?

Muevo las piernas como casi todos los ajedrecistas, más cuando estoy complicado con el reloj.

Sin tiempo estipulado ¿el resultado cambiaría?

A más posibilidades de reflexión mayor efectividad. Circula una anécdota de dos jugadores del siglo XIX. Uno demoraba en jugar como ocho horas y el otro se molestó y le dijo cuándo iba a hacer su movida. El increpado respondió: ‘Ah, me tocaba a mí’. Las partidas ya son largas con reloj, imagínese si no hubiera.

¿Cuántas jugadas anticipa in mente?

Depende de la posición. Lo difícil no es ver hacia adelante sino ver hacia lo ancho. Hay variantes que son forzadas porque los movimientos resultan muy evidentes. Anticipar veinte jugadas no sería mucho en esas posiciones. En situaciones más complejas, uno puede tener tres jugadas candidatas para hacer. Contra cada uno de esos tres movimientos el rival tiene otros tres y entonces la ecuación ya resulta exponencial, porque uno está viendo tres jugadas hacia adelante pero 27 hacia el ancho.

¿Cómo afecta al presente el futuro improbable? Porque me imagino que se mueven ciertas piezas esperando algo que al final no sucede.

En muchas ocasiones lo más fantástico de la partida nunca ocurre en el tablero.

¿Me explica?


Las movidas de estética más brillante se juegan en una especie de tablero virtual entre las dos mentes rivales. Se dan cuando un jugador piensa una jugada sorprendente, pero el rival la adivina y genera una movida profiláctica para evitarla. Los dos saben que esa posibilidad existía, pero no se expresa a nivel físico con las piezas en el tablero. Tan así es que uno puede jugar a ciegas con otro jugador experimentado sin necesidad de tablero ni piezas, sólo diciendo las jugadas.


El Elo es la forma de medir el ranking internacional pero también se asemeja mucho al ego. ¿Cómo se llevan con este último los ajedrecistas?


La palabra correcta para Elo es ego. Se da mucho entre jugadores más aficionados. La idea es que si alguien gana una partida es más inteligente del que perdió. Para mí, es una hipótesis equivocada, pero está enquistada en el subconsciente. Para algunos entonces es muy doloroso perder. Se entiende, no están jugando una partida sino su cuota de vanidad.

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